Des de tiempos lejanos tenemos constancia de la importancia de la vida, sabemos que solo tenemos una, que es corta y que no debemos dejar escapar los días. Frases tan célebres como “Carpe Diem”, “La vida son dos días y uno está lloviendo” o “Realiza cada una de tus acciones como si fuera la última de tu vida” nos indican la importancia de vivir el momento, pero ¿realmente lo hacemos?
Vivimos en un mundo de prisas dónde el tiempo es lo más preciado y con la presión de que tenemos que hacer todas nuestras tareas dentro de las largas o cortas, depende de cómo las ejecutemos, veinticuatro horas que tiene el día, nuestro día. Necesitamos tiempo para nosotros mismos y, aunque a veces nos cueste reconocerlo, llega un momento en el que te sientes tan saturado y ahogado que sabes que debes hacer cambios en tu vida, que sólo tú puedes ayudarte y que nadie más que tú puede hacer que todo tu mundo vuelva a estar en equilibrio.
La fórmula para poder llegar a este estado de equilibrio no es nada difícil, al contrario, lo que cuesta es saber cambiar nuestros errores o nuestra manera de vivir con pasos simples y claros. El primero de nuestros pasos y uno de los más importantes sino el que más es dejar de vivir de puntillas. ¿A qué nos referimos? Pues a eso, en pasar por tus días, por tu trabajo, por tus relaciones o por tus deseos de puntillas, sin sentirlo todo, sin dar todo de ti y sin entregarte, solo pasando al lado y, lo peor de todo, sin dejar huella. Un camino se construye a través de cada huella que dejamos y no podemos formar caminos yendo de puntillas por la vida.
El paso decisivo y el que hará cambiar nuestra manera de vivir es la de estar y sentir el presente, viviendo de manera consciente y activa. Un error que repetimos al largo de toda nuestra vida y del que nos cuesta mucho salir es el hecho de vivir anclados entre el pasado y el futuro, dejando a un lado lo único que realmente vivimos, el presente. Gastamos energía y tiempo en recordar momentos del pasado e incluso en recrearnos en los errores que cometimos en él y, como si de un puente se tratara, nos desplazamos al futuro imaginando cómo serán nuestros días en unos años o en qué nos queremos convertir sin darnos cuenta que, dentro de unos años estaremos haciendo lo mismo, pero pensando en el presente de esos días convertidos en pasado y sabiendo, una vez más, que desaprovechamos o no vivimos lo suficiente nuestro presente.
Así que, para terminar, os queremos animar que lo intentéis, que no dejéis de intentarlo nunca. No se cambia nuestra manera de hacer y vivir de un día para otro pero sí que podemos empezar por vivir en el presente solo un día y en cada momento que se os venga a la cabeza el pasado o el futuro deberemos cambiar nuestro pensamiento al instante para centrarnos en lo que estamos haciendo en ese momento y en saborearlo, ya sea mientras nos estemos duchando, mientras tomemos nuestro tercer café del día, durante el trabajo o simplemente mientras nos paremos a observar nuestro alrededor.
¿Estás listo/a para dar el paso?
Texto de Carla Palacios, compañera y gran amiga.